Convencimiento y resolución
Hoy en el café, un brasileño grandilocuente tratando de convencer -con argumentos ya enquistados en su vocabulario- a un grupo de muchachos acerca de los beneficios de la venta multinivel de una bebida que le cambia a uno la vida. Argumentos como «purificación de tu sistema», «bebida de alto rendimiento» o «avalados por D. Chopra, no leyeron sus libros?», son disparados certeros y sin pausa hacia el subconsciente de los futuros vendedores del producto. «Tienes que probarlo, una vez que sientas los beneficios te enganchas en una», reza el carioco. Es increíble cómo pueden prosperar este tipo de estructuras comerciales, en donde todo depende siempre de los de abajo, aquellos que vienen para soportar a los de arriba.
Coincidencia ?, hace poco un amigo experto en base de datos, que conocí en una “telco”, me llama para juntarnos; no para conversar sobre la nube, transformación digital o el Internet de las cosas; sino más bien para que me anime a probar un producto que hará que sienta que mi vida es diferente. Qué tipo de beneficio económico acelerado es capaz de hacer que cambies una profesión, una pasión por el software y los datos, años de experiencia inclusive haciendo empresa propia con relativo éxito; por la venta de una bebida energizante y de productos vitales. Me llama otro amigo, más cercano aún y me cuenta que ha bebido en la noche algo que lo ha revitalizado, con jengibre, cúrcuma y otras yerbas que al parecer lo han sacudido y vuelto a poner en ruta, hoy se siente diferente. Tengo “en el face” a una ex-compañera de trabajo y que hoy vive feliz promocionando café orgánico («el mejor del mundo») y que seguro viajará a alguna playa caribeña como resultado del éxito en ventas que ahora emprende con la misma pasión como cuando mirábamos los presupuestos del área.
Bueno. A seguir trabajando, por ahora viendo tecnología, servicios, transformaciones de empresa. Mañana quien sabe cruzándome con alguien más, que seguro me contará que está viajando premiado por haberle cambiado la vida a otros que estarán buscando hacer lo mismo, resolutos y convencidos diligentemente. Dejo a la potencia brasileña aquí, metiéndose al bolsillo a mis compatriotas cual partido de fútbol en donde ya sabemos el resultado.
Testigo de Excepción
Muy cerca donde estoy, un médico ataviado, acompañado de su consorte (podría apostar que de turno), hace una llamada telefónica para informar a alguien al otro lado de la línea que ya le consiguieron la sala para operar por la tarde de mañana y que por favor se encarguen de cambiar de turno a los pacientes ya asignados previamente a ese horario dado que la persona en cuestión está en “estado grave”. Hasta allí, nada que motive dejar mi café para escribir esto, la cosa pintaba como una conversación de rutina en un lunes común. El tema viene después, cuando una simple frase se trae abajo el casino de naipes arruinando el diligente propósito anterior, me hace recordar ipso facto que somos así y que en este país las cosas muchas veces se mueven con hilos que perjudican a unos para beneficiar a otros. Ante un aparente reclamo del interlocutor sobre la asignación de las escasas salas de operación, la expresión «es un conocido mío», mueve todo el escenario y hace la diferencia.
Finalmente, habrá que explicarle a los que no tienen influencias que ha habido alguna “situación” que resolver, un problema en el sistema o algún inconveniente de naturaleza logística que estaría impidiendo realizar las intervenciones quirúrgicas de la tarde. El galeno corta su llamada haciendo alarde de su ascendencia ante la consorte, y yo sigo con mi café ya casi frío luego de haber sido testigo de excepción un lunes ya no tan común.
Joan
Se llama Joan, así como “Joan Manuel Serrat”, según él mismo me comentó cuando nos presentamos. Llega todos los días puntualmente al local para tomarse el café de la mañana y para entregarse religiosamente al ritual que lo tiene ocupado desde hace mucho: ver videos en internet. Se pasa buena parte de la mañana mirando, buscando, descartando, atesorando, reenviando vídeos. Los conoce todos, sabe cuáles cargan rápido, sabe cuáles no le sirven. Conoce las claves de todos los WiFi de la zona, reconoce cuando la red del café está lenta y se conecta de inmediato a la red del local vecino, conoce las horas en las que una red colapsa, y las horas en las que el «download» es más rápido. No conoce un ápice te tecnología pero se mueve como pez en el agua si se trata de estar «on line».
Es Español, trabajó en la industria textil desde que tiene uso de razón profesional, primero en España, luego en el Perú, conoció a una peruana hace miles y se dejó llevar por el encanto latino que lo trajo al país y de donde nunca más se movió, tiene tres hijos, ya todos lejos de casa. Usa Skype para conversar con los que están lejos y siempre en medio de su excursión por los vídeos que dicho sea de paso los tiene clasificados, los de aviones, los de naturaleza, los de motos, los de accidentes, los de cualquier cosa, ya pasó por todos los sitios web de chicas lindas, ya no pierde el tiempo con eso.
Todos los días lo encuentro en el mismo sitio, viene temprano y se asegura la ubicación, no deja que nadie tome su lugar, le pertenece. A veces comparte el tomacorriente del piso, cerca de su mesa, que pareciese que él mismo ha mandado a instalar. La última vez que me ausenté por trabajo, cuando volví me dijo: «no has venido cuatro días seguidos, has estado en el hospital?», lleva la cuenta de lo que pasa a su alrededor así como de sus vídeos clasificados. Últimamente me ametralló con sus mensajes y hoy sigo disfrutando de la exquisita selección de archivos que él seleccionó previamente con diligencia.
Está en contacto con el mundo. Él es parte de este mundo de rutinas diarias.
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